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Publicado originalmente el 18/09/2010 en Asiantravel2010.blogspot.com

 

Hola a todos!

Se cumplen hoy tres semanas de viaje y nos encontramos en otro día de merecido descanso en la capital de Mongolia, Ulaan Baatar, después de unos intensos días por el sur de Mongolia y el famoso desierto de Gobi.

Llegamos a Ulaan Baatar hace 12 días, tras un largo camino entre la isla de Olkhom y la capital de Mongolia. Al no quedar billetes de tren baratos disponibles, nos vimos obligados a cruzar la frontera a través de un sinfín de medios de transporte durante dos complicados aunque exitosos días. Llegados a la capital, empezamos a planear nuestro viaje al desierto sin mas tiempo que el de un poco de descanso y probar la comida local, hecha casi exclusivamente de carne de oveja.

 

 

Desgraciadamente, Ulaan Baatar no comparte la encantadora experiencia de viajar por este apasionante país. Mezcla de construcciones soviéticas y el caos propio de las capitales asiáticas, la ciudad no guarda mas que un par de interesantes monasterios y el punto desde el que organizar el viaje por Mongolia. Lo mas característico de esta ciudad es el apabullante enjambre de ladrones y robacarteras que siembran cada esquina. Nos habían advertido que era un ciudad peligrosa, pero no imaginaba hasta que punto. No existe grupo de extranjeros de 4-5 personas que vengan a esta ciudad y que al menos unos de ellos no sea robado. Los reconoces fácilmente, hasta los ves siguiéndote a todas horas, pero como nunca es con violencia, es posible sobrevivir sin dejar descuidada la bolsa y nunca llevar nada en los bolsillos. A nuestro amigo turco que viaja con nosotros, le robaron la mochila con la cámara (la misma que la mía), pasaporte, cartera y hasta el diario. Consternados por la rapidez y facilidad del suceso aceleramos nuestra preparación para salir de esta ciudad en cuanto antes. Afortunadamente, el resto del país es otra historia.

 

 

Viajar por Mongolia te deja un agradable aroma a silencio y soledad. El numero 19 en mayor extensión geográfica y 135 en la escala de población mundial, da como resultado uno de los países mas vacíos del planeta. Con una extensión parecida a Europa entera, tiene menos habitantes en total que la ciudad de Madrid. Viajar por Mongolia es recorrer praderas extensas que se pierden en el horizonte, donde los caballos cabalgan libremente y la mano del hombre deja como única huella la senda por la que caminas. El caballo ve magnificada su figura al contemplarlos libres de ataduras, auténticos habitantes de un país que les pertenece, donde el hombre parece ser mero receptor de lo que la naturaleza le ha dado.

 

 

Recorrimos durante días el desierto de Gobi a bordo de una furgoneta rusa con mas de 20 años a sus espaldas, allí donde las carreteras dejan de llamarse carreteras y llamarlas sendas es mas un piropo que una descripción. El desierto de Gobi no es un clásico desierto lleno de dunas y oasis. Es más un región desértica donde los paisajes se superponen en una extensa variedad de formas y colores. Es posible divisar en la misma imagen, el verde de los prados, la arena de las dunas y y las cadenas montañosas que le cubren las espaldas en un curioso arco iris geológico. Aunque al adentrarse en las dunas uno pierde la sensación de vislumbrar solo arena en las cuatro direcciones, como primerizo, me impresiona la cantidad de belleza que es capaz de formar unos simples montones de arena.

 

 

Pasamos cada día casi 6 horas de media a bordo de nuestra furgoneta. Viajamos 8 personas para abaratar los costes, junto con los turcos y chilenos que ya presenté, se nos unió una española que viajaba sola y una australiana de ruta por Asia, junto con dos conductores que no sabían una palabra de ingles y un guía que intermediaba. Dormimos en los gerks, los famosos hogares de los nómadas, una especie de tienda de campaña circular con base de madera y una gran tela que lo cubre. Dormimos cada noche con diferentes familias que nos alojan en sus gerks, cocinan para nosotros y a veces nos obsequian con productos hechos con la leche de sus propios camellos. Cada mañana nos movemos hacia otra familia, siendo el camino que las une más viaje en sí que el propio destino al que nos dirigimos. Una semana sin ducha, electricidad ni agua corriente.

Y de vuelta a Ulaan Baatar, no por mucho tiempo, solo para descansar, cargar nuestra electrotecnia, ducharnos y comprar el billete hasta nuestro próximo destino, Peking. El viaje al pasado ha terminado, mañana nos movemos al futuro. Un mes y medio en China nos espera.

Pablo