The holiday machine
Tiene entre sus más profundas raíces el gen de la contradicción. Pueblo y gran ciudad a la vez, es el lugar con mayor índice de rascacielos por habitante del mundo. Con apenas 70.000 censados, llega a alojar durante temporada alta cerca de 1 millón de personas. Anticuado y revolucionario, denso y vacío, capaz de atraer tanto a visitantes de la España más profunda como al turismo más internacional.
Odiado y amado casi a partes iguales, representa para unos la máxima exponencia del frenesí urbanístico y la pérdida de identidad asociada al turismo low cost. Para otros, es un ejemplo de eficiencia y modelo económico que permite a familias modestas tener vacaciones y diversión a bajo precio.
60 años después de la aprobación de su histórico plan urbanístico, Benidorm entra en la edad de madurez como una máquina engrasada de fabricar vacaciones, que se enciende y apaga alimentada por el mismo sol que vende. Que se transforma continuamente durante el año para dar cabida a todo tipo de edades y nacionalidades. Que olvidó tiempo atrás su pasado pesquero para convertir la extravagancia en su nueva seña de identidad.