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Publicado originalmente el 12/12/2010 en Asiantravel2010.blogspot.com

 

Hola a todos!

A punto de dejar Nepal, os vuelvo a escribir con la dura tarea de describir dos países en un único email. Ha pasado casi un mes desde mi último relato y aunque nos hemos movido en una zona relativamente corta, las inmensas barreras que la geografía ha construido en los Himalayas convierten Tibet y Nepal en dos universos opuestos y cada pequeño paso en un inmenso recorrido. Permitidme que este email sea mas largo que nunca.

 

 

Nuestros intentos de llegar a Tibet por carretera, por la parte Este, más aislada e intacta, se vieron frustrados por el gobierno chino. Primera advertencia: Tibet es hoy un lugar fuertemente restringido. Solo es posible llegar por tren o avión directamente a Lasa, solo es posible visitar una pequeña parte de esta inmensa región, el uso de transportes públicos esta prohibido a extranjeros y hay que viajar a todos los lados con un guía, aunque eso sí, puede ser tibetano.

El recorrido entre Chengdu y Lasa es un viaje en si mismo, una de las obras cumbres de la ingeniería moderna, el tren mas alto del planeta. El mundo entero dijo que este tren era imposible de realizar. La mitad del recorrido de dos días se hace por encima de los 4000 metros de altitud. Atraviesa pasos a 5000 metros, por encima de montañas, ríos, lagos, y hasta mesetas heladas con sistemas de refrigeración que impiden que se derritan en verano y hunda las vías del tren. Hay bombonas de oxigeno con mascarillas en las cabinas y durante la mayor parte del recorrido, el tren está presurizado. Uno no necesita leer, ni escuchar música, ni dormir. Mirar por la ventana el espectáculo de picos nevados es suficiente entretenimiento durante las 48 horas que tarda el tren en llegar a Lasa.

Lasa, esa ciudad de leyenda que ejercia el más fuerte poder en mi imaginación, era casi la iniciadora de esta viaje. El destino cumbre y mas soñado de mi trayecto. Consciente que las grandes expectativas traen consigo resultados decepcionantes, llegue a Lasa con una mezcla de fascinación y temor. Pero solo unas pocas horas bastaron para que Lasa demostrara su leyenda. Es fácil entender porque Lasa es la cuna espiritual de la religión mas extendida del planeta.

 

 

Al caminar por Lasa uno se sumerge en una corriente de peregrinos, que realizan cada dia la kora (peregrinación) alrededor de los numerosos templos, entre cánticos y meditaciones. Hacen rodar en sus manos continuamente un amuleto simbolizando la rueda de la vida y moviendo las piedras de sus rosarios cuentan el numero de rezos. Hay enormes chimeneas en cada esquina, quemando el incienso que los peregrinos arrojan, llenando el aire de misterioso humo y agradable olor. Hay peregrinos apostados en el suelo, que se arrodillan y levantan una y otra vez, murmurando oraciones, como en trance, durante todo un día. Siempre a paso lento debido a la respiración pesada y las altas altitudes.

Pasamos días en los pocos metros del Bakhor, el circuito alrededor del templo de Jokhang, el lugar más sagrado, el pulmón del budismo. Caminamos entre peregrinos que siempre nos saludan amablemente, se acercan a hablar con nosotros y se alegran de que los fotografie. Es difícil salir de la corriente humana, una vez terminada la kora y antes de que te des cuenta, te sumerges una y otra vez a realizar el recorrido atraído por la adictiva intensidad que Lasa desprende.

 

 

 

Por primera vez en nuestro trayecto viajamos con guía. Aunque decepcionados por no movernos libremente por el Tibet, viajar con guía trae consigo una gran ventaja: aprendes costumbres locales imposibles de descubrir por independiente. No os aburriré con datos o simbolismos budistas y tibetanos, aunque hay algunas tan interesantes como el ‘enterramiento en el cielo’, una costumbre budista donde los monjes son despedazados después de su muerte y situados en lo alto de una colina para que los depredadores dispongan de el. O la costumbre en las familias nomadas de tener una sola esposa compartida entre varios hermanos y en caso de embarazo, ante la imposibilidad de saber quien es el padre verdadero, el hijo considera al mayor de los hermanos su padre.

Dejando Lasa, viajamos por la Carretera de la Amistad, los fascinantes 1000 kilometros que separan Lasa de Katmandu, Tibet de Nepal. La carretera atraviesa Shigatse y Gyantse, los otros dos pueblos más sagrados para los Tibetanos, con impresionantes monasterios. Pasamos por lagos a 4500 metros de altura, rodeados de picos nevados con el fuerte aire frio de los pasos de montaña. Glaciares y estupas budistas decoran el paisaje con las famosas banderas tibetanas ondeando al viento. Pasamos por pequeños pueblos de apenas unos pocos habitantes dedicados únicamente a la cria de yaks, porque es estos confines, a más de 4500 metros de altura, no hay casi agricultura posible. Pasamos por nuestro punto mas alto a 5200 metros adentrándonos en los Himalayas para observar el impresionante desfile de los colosos del mundo, con 5 de los 14 ochomiles del planeta en una misma imagen en armónica sucesión. Y poco a poco, entre carreteras lentas y sinuosas empezamos la ascensión hasta el campo base del Everest.

 

 

Subimos con una mezcla de paranoia, relacionando cada pequeño dolor de cabeza o falta de aire con el mal de altura, esa extraña aleatoria enfermedad que afecta sin patrones aquellos que suben a lo mas alto, como si los cielos jugaran a los dados para permitir solo a unos pocos acercarse a su morada. Moviéndonos como astronautas en un paisaje casi igual de desértico, llegamos hasta la ansiada vista, donde el Everest se descubre aislado, solo, puro y solemne, hermoso por su asombrosa simpleza a pesar de ser la cima del mundo.

Visitar Tibet es hoy en día una sensación a mitad camino entre la maravilla y la tristeza. Tibet es un país invadido y no hay zona donde no sea claramente visible. El palacio de Potala que en su día albergara el hogar del Dalai Lama es hoy un mero museo vacio de tibetanos. Apenas 25 monjes viven hoy entre sus puertas, cuando en tiempos del Dalai Lama eran más de 500. Hay mas militares chinos que monjes budistas. Mientras los peregrinos realizan la kora alrededor del templo de Jokhang, el mas sagrado para los tibetanos, hay militares chinos apostados en las terrazas cargados con sus metralletas apuntando a todo aquel que pase, dispuestos a disparar aquello que se asemeje a una manisfestación. La universidad del monasterio de Sera alberga hoy no mas de 500 estudiantes cuando antes de la ocupación china tenia mas de 10.000. Viajar por Tibet es descubrir historias de asesinatos de monjes, destruccion de templos y quema de libros milenarios durante la revolución cultural china. Dificil de comprender como se puede usar el adjetivo ‘cultural’ a una revolución consistente en eliminar todo atisbo de cultura distinta a la propia. La imagen del Dalai Lama está totalmente prohibida a lo largo de Tibet y China. Y la bandera tibetana simplemente no existe.

 

 

Solo a punto de dejar Tibet, ya lejos de Lasa, descubrimos de mano de nuestro guía tibetano porque respondia con evasivas a preguntas comprometidas formuladas durante nuestro viaje: estábamos siendo espiados. Nos cuenta entonces como escapó a la India para estudiar con el Dalai Lama pero cuando iba a trabajar para el gobierno en el exilio, China le presionó para que regresara con amenazas a su familia. Con tristeza y resignación, nos cuenta como el pueblo tibetano parece asumir su inevitable futuro. China, una de las mayores potencias mundiales invade un pueblo donde no hay armas, tan pacífico que ni siquiera se toca a los insectos. Hoy, todos esperan lo que suceda cuando el Dalai Lama muera, un día no muy lejano ya. El gobierno chino secuestró al Panchen Lama con 4 años, la figura encargada de descubrir la reencarnación del Dalai Lama cuando muera, hoy en paradero desconocido, con la intención de controlar al nuevo elegido. Que el mundo tiemble cuando China consiga controlar la religión mas extendida del planeta.

Y con la emoción de los intensos días en Tibet todavía muy presente, atravesamos los Himalayas y cruzamos la frontera con Nepal. Apenas un rio pequeño separa los dos países, pero cruzar el puente es algo así como un agujero negro que te transporta a un universo diferente: el fascinante mundo del caos. Nepal es una mezcla apasionante de religiones, culturas, minorías étnicas, refugiados, hippies, tráfico y mucho caos. Sorprende la cantidad de niños jugando en las calles acostumbrados como estábamos a China, el país de hijos únicos, tímidos y solitarios. Aquí los niños se acercan a todas horas pidiendo chocolates, dinero o fotografías.

El valle de Katmandu es la región con mayor densidad de Patrimonios de la Humanidad del planeta. Hay templos en cada esquina, escondidos entre pequeños callejones, imperceptibles entre la marea de gente que no deja avanzar. Hinduismo y Budismo comparten protagonismo y los mismos templos. El punto rojo en la frente de los hindúes está tan presente como el naranja de los monjes budistas y es curioso observar los diferentes rituales en los mismos lugares sagrados. Sitios fascinantes, llenos de indistinguibles dioses, adornados con flores y cenizas de colores que la gente arroja sobre ellos en un colorido espectáculo.

 

 

Pasamos casi diez dias en Katmandu, al principio en un proceso de adaptación a nuestro nuevo universo. Y poco a poco enganchándonos a la energía que transmite Nepal. Los alrededores de Katmandu, esconden pueblos históricos que en su día rivalizaran por el poder de Nepal, maravillas históricas donde poder alejarse por un dia del bullicio de la gran urbe y sorprenderse con su gran variedad. Quizás Pashupatinah sea el mas sorprendente de todos. El lugar más sagrado para los hindúes donde pudimos ver una de los rituales más asombrosos que mis ojos han visto jama: la cremación de los muertos. Varias pilas se situan a la orilla del río sagrado y entre curiosos rituales los cuerpos son quemados al aire libre, donde cualquiera puede sentarse a mirar. Es un ritual público donde todo el mundo puede compartir, durante las 4 horas y media que el cuerpo humano tarda en convertirse en cenizas, las emociones sobre la muerte y la fugacidad de una vida.

Viajamos después hasta la jungla de Chittwan, donde dormimos en pequeñas cabañas rodeados de los increíbles sonidos de la noche en el corazón de una jungla. No vimos tigres, que se esconden cautelosos de los ruidos extraños, pero sí rinocerontes, pitones y cocodrilos subidos a los lomos de un elefante que se adentra entre la densa vegetación como una apisonadora allí donde se acaban las sendas. Y nos bañamos en el rio entre elefantes que con sus trompas nos arrojaban agua en una divertida tarde.

 

 

Viajamos después hasta Pokhara y su famoso lago, donde uno puede relajarse alquilando una barca y pasando el día de orilla a orilla, visitando los templos, entre las coloridas vestimentas hindúes que llenan el paisaje de luz y los picos nevados de los Himalayas reflejados en el agua cristalina. Pokhara es Pokhara por sus montanyas y allí fuimos, alejándonos de las comodidades de la civilización para adentrarnos en el famoso valle del Anapurna. Hicimos un trekking de 5 dias por las montañas hasta llegar a los 3200 metros para ver el amanecer iluminando el Anapurna y sus gigantescas colinas colindantes.

Es divertido encontrarse a los famosos sherpas, cargados con un peso increíble (algunos hasta con 5 mochilas grandes como la mia, que ya pesa sus 15 kilos) subir con paso lento la ascensión de las montañas con sandalias como calzado. Autenticos superhombres que encima son prácticamente vegetarianos, aunque el plato nacional nepalí, Dal Bhaat, es una bomba de nutrientes con arroz, lentejas, judías, espinacas, patatas y maíz, todo junto mezclado con curry. El alimento de los campeones.

 

 

A pesar de ser un destino bastante turístico, Nepal es uno de los países menos desarrollados del planeta. Se tarda alrededor de 7 horas, sin contar las paradas, en recorrer los apenas 160 kilometros que separan Pokhara de Katmandu, la carretera en mejor condiciones de toda Nepal, que ellos llaman autopista aunque en España no aparecería ni en los mapas comarcales. El resto es una sucesión de baches, piedras, tierra y acantilados, y uno no puede sino cerrar los ojos cuando al encontrarse con algún otro autobús de frente nos acercamos demasiado al precipicio. Nepal es también un lugar donde la electricidad solo funciona la mitad de las horas del día, simpre a horas distintas con lo que es imposible anticiparse. Hay algunos generadores en los restaurantes de la capital, pero cuando uno se adentra en los pequeños pueblos, es curioso cuando el mundo se transforma en oscuridad total y las calles se llenan de velas y linternas.

 

 

Y todo esto nos ha traido hasta aquí, el lugar donde os escribo, Lumbini, el lugar del nacimiento de Buda, hace unos 2500 años. Un lugar donde los budistas de todo el mundo se concentran en peregrinación, cada uno con sus distintos rituales y ropajes caracteristicos.

Estamos apenas a unos pocos kilómetros de India, donde mañana cruzaremos la frontera a otro ansiado universo. Y os escribo hoy en el dia de mi cumpleaños, porque aunque al escribir uno casi siempre escribe para uno mismo, también es la mejor manera de pasar el día con vosotros.

Un abrazo muy fuerte

Pablo