Publicado originalmente el 21/01/2011 en Asiantravel2010.blogspot.com
Hola a todos,
Nuestro viaje respira ya su último aliento. Acabamos de dejar la India, después de una visita «rápida» de 5 semanas. No nos permitían quedarnos mas tiempo. La falta de planificación nos jugó esta vez otra mala pasada y nuestros visados, a pesar de ser válidos por 3 meses, caducaron ayer. Bien nos hubiera venido un par de meses más para hacerse con una mejor idea de todo lo que India esconde, que no es poco. Aunque quizás, sino fuera por los limites temporales que los visados nos van marcando, no nos moveríamos de muchos lugares. Estas restricciones son en nuestro caso la mejor manera de avanzar.
India es quizas el mas icónico, descrito, visitado y fotografiado país de Asia, asi que esta vez no es necesario alargarse en descripciones. Todos los extremismos que uno haya podido escuchar antes de llegar a este país son totalmente ciertos, tanto en lo bueno como en lo malo. Quizas se quedan cortos. India no es un país para todos los públicos y no admite termino medio. Se ama o se odia, pero no deja indiferente. Para nosotros, que ya llevamos algo de rodaje en este camino, la pobreza, la basura, los mendigos, los estafadores, las aglomeraciones, el tráfico y el caos, no nos ha sorprendido. Evitado el shock cultural de llegar de golpe a semejante extravagancia, nos encontramos con un camino abierto a su cara más autentica, al corazón de la India.
Jamás en todo nuestro viaje hemos conseguido acercarnos tanto a la gente como en India. Aquí la mitad de la población habla al menos unas pocas palabras de inglés. Es un autentico placer encontrar un país exótico como pocos, donde uno puede sentarse a hablar con todo tipo de personaje: familias que duermen en las escaleras del rio Ganges o bajo lonas en medio del desierto, estudiantes de universidad ricos, hombres sagrados, sacerdotes, ascetas, mendigos, estafadores, ancianos amigables, vendedores ambulantes y toda clase de profesiones inimaginables en la Europa de hoy y cuyo vocabulario hace tiempo que hemos olvidado. He fotografiado casi exclusivamente a gente desde que llegue a la India, hemos sido invitados a casas a tomar té, nos han ofrecido comida en cada tren que hemos usado y gente de todas las edades se ha parado al vernos para hablarnos de las costumbres de la India y aprender de nuestros países (uno de los pequeños placeres es responder que soy de España y que todo el mundo responda: ah, los campeones!)
Varanasi fue el primer destino. La ciudad mas extravagante, frenética, caótica, energética y fanática de nuestro recorrido. Una de las ciudades mas sagradas de la India, el lugar donde el rio Ganges atraviesa su tramo mas venerado. Varanasi ofrece miles de universos distintos alrededor de las orillas del Ganges. En menos de 10 metros de distancia, uno puede pasar de la intensidad de las cremaciones de los muertos, a la tranquilidad de los altares de meditación repletos de ascetas, pasando por la festividad de una boda india, la emotividad de los rituales de sacerdotes, la aparente calma de los hombres y mujeres que vienen a bañarse todos los días en las sagradas aguas o los peregrinos que recorren miles de kilómetros para bendecirse y arrojar velas encendidas como barquitos en el río sagrado. Caí rendido a los pies de la India desde mi primer día.
Después, empezamos nuestro recorrido hacia el sur, pasando primero por Kajuraho, también conocido como el templo del Kamasutra. No hacen falta descripciones en este punto, buscarlo en google o echarle un vistazo a mis fotografías (no apto para todos los públicos:)
Pasamos por Jalgaon, camino de las cuevas de Ajanta que nos quedamos sin ver. Primero porque estaban cerradas el día que llegamos y segundo porque una indigestión de dos pares me dejo en cama durante mas de 3 días con continuos vómitos. La comida india es la mejor de todo nuestro recorrido, aunque la higiene, en la mayoría de los casos, es bastante dudosa.
Y llegamos a Goa, en el suroeste, para pasar las Navidades mas extrañas de nuestra vida. Dejamos por unos días, los hoteles de mala muerte y subimos nuestro estándar para alquilar una cabaña en la arena de una playa semivacía. Unas navidades con 35 grados, camisetas de manga corta, cocoteros, palmeras y sin rastro de un árbol de Navidad.
Abandonando el calor del sur, empezamos nuestro recorrido de vuelta al Norte, en dirección a la región de Rajasthan, previo paso simbólico por Bombay. Las grandes ciudades indias no es lo que mas me atrae precisamente de este país. Así que entre transbordo y transbordo, en el breve tiempo que pasamos en Bombay, nos olvidamos de monumentos y nos fuimos al cine por primera vez en 5 meses. Aunque quizás sea el cine el mayor de los iconos de Bombay, la cuna de Bollywood, el lugar del planeta donde mas películas se producen al año.
Rajasthan, es la región donde mas tiempo hemos pasado. La región mas icónica de la India, aunque también la mas visitada. Uno de esos lugares que marcan los estereotipos de la India: Udaipur, la ciudad blanca; Jodhpur, la ciudad azul; Jaisalmer, la ciudad arena; Jaipur, la ciudad rosa. Todas guardan las semejanzas de un monocolor asombroso en sus calles, con antiguos fuertes medievales, palacios orientales, y la benevolencia de su gente que hacen que cada lugar se convierta en un recuerdo imborrable. Pasamos el fin de año en Udaipur. Este 2010 me robó unas pocas horas, el ño más corto de mi vida pero el más intenso.
Pasamos varios días de viaje por el desierto de Rajasthan subidos a dos camellos. Unos días de descanso, alejados del ruido y el tráfico, con tan solo el sonido del viento y las flatulencias de los camellos, durmiendo al aire libre sobre las dunas y sentándonos alrededor del fuego, mientras las hindúes que nos acompañaban nos cantaban canciones del desierto. Pushkar fue nuestro siguiente destino, lugar de peregrinación para hindúes desde todos los rincones de la India, especialmente fotogénico por lo variopinto de la gente que reúne.
No podíamos irnos de la India sin visitar el más famoso de sus monumentos. Así que apurando nuestros visados, paramos en Agra para visitar el Taj Mahal bajo la suave luz del amanecer. Fotografiado como pocos, no es necesario demasiadas explicaciones. Lo que uno se imagina es exactamente lo que es, ni mas ni menos. Me esperaba mucho más, pero sí que es cierto que la visión te atrae con un cierto magnetismo y no es facil apartar la vista de una de las 7 maravillas modernas de la humanidad.
Anteayer cojimos nuestro último tren con la nostalgia de abandonar este transporte que se ha convertido para nosotros en mucho más que un simple transporte. Los trenes en la India representan la síntesis de todo lo que es este país, sucios y aglomerados, pero coloridos y llenos de gente de corazón que hace que cada viaje sea mucho mas que el recorrido entre dos puntos. Cada trayecto ha pasado volando gracias a la gente siempre deseosa de charlar con nosotros, compartir su comida, sus historias y hasta de cantar para nosotros. Cuando en un trayecto, no recuerdo muy bien a donde, nuestros acompañantes de asiento sacaron sus instrumentos y se pusieron a cantar unas frenéticas canciones hindúes mientras todo el vagon bailaba intensamente a nuestro alrededor, empecé a entender la leyenda de la India.
India no ha sido solo especial por todo lo que representa en si misma. Sobretodo por lo que representa para nosotros, nuestro último destino, el final de nuestro viaje. Después de 5 meses de incontables horas de viaje, llegar a la India ha sido algo así como llegar a nuestro destino. Solo al poner los pies sobre la India, descubrí que nuestro viaje no había tenido un final hasta ese momento. Todos los pasos que habiamos dado no nos acercaban a ningún destino, todo era parte del camino. India ha sido nuestra Itaca y el viaje ha sido largo.
El viajar ha terminado pero no la aventura. Todavia nos queda una última experiencia. Después de todo lo que Asia nos ha dado, ha llegado la hora de devolverle una pequeña parte. Ayer cruzamos la frontera de vuelta a Nepal, de vuelta sobre nuestros pasos. Pasaremos nuestro último mes haciendo un voluntariado en una escuela para niños pobres en Pokhara. Siento que es lo mínimo que puedo hacer por toda la gente que a pesar de no tener nada, tanto me ha dado.
El viaje de regreso ya tiene fecha en el calendario y aunque todavía lejos, ya asusta. El 28 de Febrero volaré de vuelta a Europa. Primero una parada breve en Praga para arreglar unos papeleos pendientes y unos pocos días después volare a España. Aunque no me despido por ahora, todavia me queda un último relato.
Hasta pronto!
Pablo
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