En la parte mas alejada del templo de Pashupatinath, en la orilla del rio Banati, varias hogueras arden al unísono. Un grupo de hombres trae un nuevo cuerpo envuelto en telas de colores y collares de flores. Lo sitúan en medio de un montón de leña y colocan una vela encendida en la boca. Con la misma vela prenden montones de paja que sitúan alrededor del cadáver y en unos pocos segundos todo arde en un único e intenso fuego.
Las familias parecen serenas y calmadas. Los hombres se sitúan alrededor de la hoguera y las mujeres observan la ceremonia desde la distancia. No hay llantos, ni lloros, ni gritos. Observan con una profunda calma el fuego desvaneciendo el cuerpo. El fuego como elemento purificador. La muerte como un paso más de la vida.
El hijo más mayor del difunto vestirá de blanco durante todo un año. El blanco en contraposición del negro en occidente. Todo un síntoma de la diferencia de filosofía ante la muerte.
Las cremaciones se realizan al aire libre y son públicas, abiertas a toda aquella persona que desee compartir este momento. Durante las 4 horas y media que el cuerpo humano tarde en convertirse en cenizas, fluyen emociones y pensamientos sobre la fugacidad de una vida.
Traen a otra mujer envuelta en telas, le descubren los pies y los sumergen en el rio sagrado. El agua también participa como elemento purificador. Durante varios minutos el cuerpo yace semidescubierto. El humo oscila en el aire en función del viento. El olor es intenso y extraño. Siento ligeras nauseas momentáneas cuando el humo nos golpea.
Valle de Kathmandu, Nepal
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