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Publicado originalmente el 4/9/2010 en Asiantravel2010.blogspot.com

Hola a todos,

Se cumple la primera semana de viaje y por fın encontramos un poco de tıempo e internet para escribir. Estamos en una pequeña isla en medio del lago Baikal, en la Siberia del este, cerca de Mongolia, descansando porque el frío y mal tiempo no nos ha dejado avanzar mucho hoy.

Llegamos el sábado de madrugada a Moscú después de volar durante la noche. Estuvimos dos días paseando por sus calles y monumentos, usando el checo como medio de comunicarnos, que aunque ayuda, solo tiene pocas palabras en común. Los números y las palabras mas básicas, nos ayudan a sobrevivir en Rusia.

Moscú no tiene mucho para un turista al compararlo con la vieja Europa. Sus monumentos ostentosos y grandilocuentes, son una manera de expresar su fortaleza más que su capacidad artística. A excepción de la famosa plaza roja con su colorida catedral y el amurallado Kremlin, el resto de Moscú lo forman edificios de construcción comunista, tan parecidos a la Praga que bien conocemos.

El comunismo sigue sorprendentemente presente en Moscú y en toda Siberia, donde estatuas de Lenin pueblan las calles. El propio cuerpo de Lenin se puede ver todavía en el centro de la plaza roja, en una mausoleo bajo tierra, donde sigue embalsamado desde hace mas de 50 años, tras pasar horas de cola seguidos de una horda de rusos que pagan sus respectos a su héroe muerto.

El metro también esta cargado de simbolismos socialistas y caras de Lenin. Son autenticas obras de arte, como un gran museo bajo tierra. Después de hartarnos del frio y la lluvia, acabamos pasando horas, vagando de estación en estación aleatoriamente, fotografiándolo. El propio Lenin decía que si los palacios y catedrales eran el arte para los ricos, el metro seria el arte para el pueblo.

 

 

Dos días mas tarde cogimos el transiberiano. Nos compramos el billete mas barato en tercera clase y nos metimos en un vagón con 54 personas y unas pequeñas literas. Viajar en tercera clase tiene muchas ventajas. Pasada la impresión inicial de olores, calores y ronquidos, el tren te deja la indescriptible experiencia de conocer gente y compartir historias que solo un tren de 80 horas y poco que hacer permite. La mayoría de nuestro vagón lo ocupaba un grupo de jóvenes de Buretia, una región al lado del lago Baikal, con rasgos de Mongolia y cultura medio rusa.

Volvían a casa después de un tour por Europa para bailar danzas tradicionales. Nos integraron como si fuéramos uno más. Las chicas nos preparaban comida a menudo y los chicos nos invitaban a beber. Habían comprado montones de botellas, que abrían para nosotros como regalo, orgullosos de poderlas compartir, aun siendo el prometido regalo para muchos de sus amigos en su regreso. Hablaban una mezcla de ingles, español e italiano, palabras que habían aprendido en su reciente viaje y mezclaban un poco de cada idioma acompañado de muchos gestos en una divertida comunicación. Al final de nuestro viaje medio vagón se bajo a la parada para despedirnos con abrazos y desearnos suerte.

 

 

El viaje en el transiberiano es como viajar en una maquina del tiempo. A medida que el tren avanza y traspasa husos horarios, es más difícil saber que hora es. El monótono paisaje repleto de vegetación y pequeños pueblos agrícolas se repite como una constante fotografía en las ventanas. El reloj de cada vagón marca una hora distinta que nuestros relojes y en las paradas siempre se marca la de Moscú. Las horas van perdiendo poco a poco su significado, hasta que los relojes se olvidan y solo queda el día y la noche. Quizás la mejor manera de adentrarse en Asia para este largo viaje.

 

 

Después de 4 días, 5185 kilómetros y 81 horas, llegamos a Irkutsk nuestra primera parada, cerca del lago Baikal. Cogimos un minibús de otras 8 horas hasta la isla de Olkhom, con carreteras pequeñas y sin asfaltar, mientras las vacas pasean por las mismas y el conductor las esquiva sin demasiada delicadeza. Viajamos con dos turcos, que encontramos en nuestro mismo vagón del transiberiano, y dos chilenos que conocimos en la estación de Irkutsk. Los primeros empezaron hace un mes la aventura de dar la vuelta al mundo, los segundos llevan 7 meses viajando por Africa y Asia. Casi me siento avergonzado de mi pequeño viaje en comparación con sus aventuras. Todos nos dirigimos a Mongolia y China, así que es posible que hagamos juntos una parte de nuestro camino.

 

 

Olkhom es una isla de 75 kilómetros y 1000 habitantes. Hay mas vacas paseando por las calles de su único poblado que gente y todo esta hecho de madera. Dicen en Rusia que esta isla es uno de los 5 puntos energéticos más fuertes del planeta. La electricidad llego hace un par de años, aunque el internet también llegó con el, como podéis comprobar. No se escucha nada en las calles, salvo gaviotas y vacas. Un agradable sitio para descansar, leer, escribir y hacer un pequeño paseo bordeando el lago mas grande del mundo.

 

 

El lunes partimos hacia Mongolia.

Pablo