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Publicado originalmente el 12/10/2010 en Asiantravel2010.blogspot.com

 

Hola a todos!

Acabamos de llegar a Hong Kong, punto clave en nuestra travesia porque nos permite un descanso que nuestros cuerpos necesitaban. Las leyes internacionales especiales que rigen esta ciudad nos permiten estar todo el tiempo que queramos. Los ultimos días han sido demasiado ajetreados. Un error en la solicitud de los visados nos permitia una estancia maxima de 20 días entre frontera y frontera. Y China es un país muy grande.

Llegamos a Peking hace poco mas de 20 días. Pasar de la soledad de Mongolia a la capital del país mas poblado del mundo no es tarea fácil. Algo así como ser recibido con un sol cegador alli donde antes solo habia estrellas. No hace falta ni siquiera bajarse del tren para darse cuenta que estás entrando en otro mundo. Al pasar la frontera, los vagones son separados, levantados por gruas inmensas mientras la gente todavia dentro mira desde la ventana asombrados como todo se inspecciona al detalle. Las plataformas donde el tren se asienta son reemplazadas por otras nuevas. El desayuno, incluido en este trayecto internacional, trae consigo palillos chinos para untar la mantequilla en las tostadas. El desierto se convierte en campos de cultivo y fábricas echando humo. Antes de pisar suelo chino ya te haces una idea de aquello a lo que te vas enfrentar.

 

 

Peking es una ciudad confusa, extensa, inabarcable en los 5 días que le dedicamos. Todo parece en constante e intenso moivimiento, no solo por la densidad asfixiante de población que inunda aceras y carreteras, sino mas bien porque todo parece cambiar más rapido de lo que las guias y mapas son capaces de registrar. Calles que han cambiado de nombre, restaurantes tradicionales que se han convertido en restaurantes de diseño, albergues que han dejado de existir, constructoras que avanzan deprisa amenazando con convertir laberintos de callejuelas en ordenados rascacielos simétricos.

Peking es tambien un ejemplo de como la grandiosidad de dimensiones no tiene por que estar reñida con la calidad artistica. La Ciudad Prohibida, el Palacio de Verano, el Templo Lama son el resultado de obras colosales, imposibles de completar aun dedicando un día entero para cada uno, repleto de detalles en miniatura que solo una civilización con la paciencia milenaria como China podria construir. Todo en China es a lo grande, para lo bueno y lo malo. Siempre llenísimo de chinos, dispuestos a desvirtuar tan grandiosos monumentos, llenando cada esquina de grupos organizados que se hacen fotos en cada piedra.

 

 

Pero nada es comparable con la locura de la Gran Muralla China, impresionante por su extensión, carácter, su serpeante camino a través de colinas verticales y su aparente inutilidad histórica. La famosa frase de Mao Zedong (aquel que no ha trepado la gran muralla no es todavía un verdadero hombre) convierte la gran muralla es una especie de peregrinación para los chinos que empiezan su camino como si de un mandamiento se tratase. Hordas de autobuses salen de Peking camino a su particular meca, llenando cada palmo de gente, enturbiando las vistas, que se llenan de tal manera que uno desea estar lo mas lejos posible de alli nada mas llegar.

Son los hutongs de Pekings el autentico alma de esta ciudad. Laberintos de callecitas que se entrecruzan escondiendo patios reconditos con plantas bajas. Un universo donde olvidarse de las mareas de turistas y perderse por calles estrechas donde los ancianos juegan al ajedrez chino, entre comercios y profesiones en peligro de extinción y gente que se sienta a pasar las horas muertas como si de un pequeñoo pueblo se tratase.

Que China es pais de contrastes no sorprenderá a nadie. Pero la realidad te golpea como un martillo haciendo explotar una bomba para los 5 sentidos. Los olores de deliciosas especias desconocidas mezclandose con el nauseabundo olor de comida podrida. Empujones en el metro para llegar a un parque aislado donde ver ancianos practicar Taichi en un oasis de tranquilidad. Templos que emocionan la vista y rascacielos que la empobrecen. Música milenaria de monjes rezando superponiendose al ruido de claxones. Es complicado tener una visión generalizada de este país único. Mi opinión de China varia cada día. China se ama y se odia varias veces al día.

 

 

Abandonando Peking y de camino a los archifamosos guerreros de Terracota, paramos por la region menos conocida de Shanxi. Alejarse del circuito turístico te abre la puerta a un mundo diferente. Pasamos por Datong, una ciudad sin nada que ofrecer, aunque sus alrededores esconden tesoros, y Pingyao una pequeña ciudad aislada en el tiempo, que parece empezar abrir sus puertas a las fauces del turismo.

En esta región es el viajero en sí el que se convierte en la atracción estrella. Siempre observado y señalado, te sientas en un parque y se te planta un chino delante que sin decir nada te mira sonriente y te observa con detalle, curiosos de la guía que leemos o el idioma que hablamos. A veces los grupos crecen y te encuentras en medio de 20 personas que se dicen cosas entre ellos. Y a veces pasan hasta horas intentando comunicarse sin tener una palabra en comun. Siempre con esa ley universal que dice que cuando no te entiendan habla mas fuerte y mas claro. Y cuando tampoco funciona, me lo escriben, en carácteres chinos como si eso fuera a arreglar algo. Casi siempre acabo por enseñar mi mapa y marcar la ruta de nuestro viaje porque a veces un dibujo es lo único que nos podemos transmitir.

 

 

La gente en China son también representantes entregados a este contraste balance entre el bien y el mal. Individualmente son alegres, respetuosos, agradables, siempre dispuestos a ayudar aun cuando no hablan ni una palabra de inglés, divertidos, amables como pocos he conocido. Pero colectivamente se convierten en una pesadilla, siempre en constante lucha por los asientos del metro, los lugares de la cola, las plazas del autobús. Empujones, codazos, son parte de la vida diaria de este país acostumbrados a la constante masificación, donde todo parece resumirse en una guerra donde gana el mas fuerte. No hay día donde no te sientas un espermatozoide más en busca de el dorado. Todo parece formar parte de una convención social no escrita, sin resentimientos, después de un codazo, pasada la marea, entablas conversación (o mas bien semicomunicacion) como si solo hubiera sido un juego.

Seguimos nuestro camino hasta Xian, ciudad legendaria por ser el destino final de la Ruta de la Seda, que guarda tesoros incalculables todavia escondidos en sus entreñas. Impresiona más por lo que no se ve que por aquello que te rodea. Los guerreros de Terracota, uno de la más famosos hallazgos arquelogicos de la humanidad, no es mas que la punta del iceberg de un mausoleo todavia por desenterrar, donde una piramide de 30 metros, entre otras muchas cosas, descansa bajo tierra a la espera de que la ciencia y el gobierno chino se decida a abrirla. Y no es el único fascinante mausoleo de esta ciudad, origen del imperio chino, donde descansan emperadores milenarios con similares tesoros, empezandose a mostrar al mundo.

 

 

Y finalmente Shanghai. Demasiado para tan poco tiempo. Nos pilló en medio de las vacaciones chinas y toda la masificación vivida antes parecia un mero entrenamiento para lo que vivimos allí. 20 millones de chinos se mueven durante la primera semana de Octubre y este año se celebra la Expo Universal en Shanghai, así que la mayoria de China decidió dirigirse allí. Plazas de tren agotadas durante días y hoteles saturados. Colas para caminar por la acera, con militares tomando las calles para contener y mover a la marea cuando la expo cierra sus puertas. Pasando de la expo, la ciudad escondia muchos encantos durante el día. Rascacielos futuristas, mercadillos de antiguedades, caminar sobre un cristal a 300 metros de altura (que mi vértigo no pudo resistir), mercados donde se solo venden millones de insectos vivos en cajitas, masificación en el metro y relajación en los parques vacios.

 

 

No es oro todo lo que reluce en China, pero todo lo que reluce vale más que el oro. Un mundo encerrado en sí mismo, en constante equilibrio entre los opuestos, decidido a demostrar su ferviente creencia en el yin y el yang.

Un mes más en China nos espera.

Pablo